
El debate presidencial entre Donald Trump y Kamala Harris en Filadelfia fue una instancia de alto voltaje, llena de tensión y ataques directos. Más allá del contenido político, que abordó temas como la inflación, el aborto, la inmigración y la política exterior, lo que dejó este debate fue una lección clave: la importancia de enfrentar estas situaciones con calma, mensajes claros y una preparación que se refleja tanto en las palabras como en el lenguaje no verbal.
Desde el inicio, Kamala Harris mostró un plan estratégico para desestabilizar a Trump, y lo logró en varias ocasiones. Sus comentarios, como acusar a Trump de ser motivo de burla entre líderes extranjeros y de menospreciar a la gente, mostraron una candidata que no solo estaba lista para debatir, sino que también sabía cómo provocar a su oponente. Pero más allá de las palabras, Harris dominó el espacio visual: sus gestos, como mover la cabeza en desaprobación o elevar las cejas ante los comentarios de Trump, demostraron una comprensión profunda de que un debate no solo se gana con argumentos, sino también con cómo se proyecta la imagen.
Por otro lado, Trump, quien intentó atacar las políticas de la administración Biden y culpar a Harris de la retirada de Afganistán y la crisis migratoria, no logró imponer su narrativa con la misma efectividad que en debates anteriores. Su lenguaje no verbal, con sonrisas burlonas y ataques continuos incluso cuando su micrófono estaba silenciado, lo pintaron como un candidato que perdió el control en varios momentos, algo que fue comentado ampliamente por los analistas y que incluso tuvo un impacto en las acciones de su conglomerado mediático, que se desplomaron un 17% tras su desempeño.
Este debate subraya la relevancia de la preparación en debates, presentaciones o entrevistas. No se trata solo de tener respuestas preparadas, sino de ofrecerlas con seguridad, basadas en datos y en un marco argumentativo sólido. Cuando el público observa a un candidato que se ve calmado y seguro, aunque el tema sea incómodo, percibe a alguien capaz de liderar. Y esa seguridad no solo viene de las palabras, sino también del lenguaje corporal, que puede ser un aliado o un enemigo según cómo se maneje. Harris, con sus gestos bien calculados, dejó una impresión de control que contrastó con el nerviosismo que Trump dejó entrever.
La política es, en gran medida, una batalla de percepciones. En el mundo hiperconectado de hoy, la imagen y la comunicación no verbal pueden tener tanto peso como los argumentos. Los candidatos deben recordar que las cámaras están siempre presentes, y la audiencia no solamente escucha, sino que también observa. Un gesto mal calculado, una sonrisa fuera de lugar o una interrupción innecesaria pueden arruinar incluso el mejor de los argumentos.
En este contexto, las agencias de comunicaciones desempeñan un rol fundamental al preparar a los voceros mediante un media training o taller de comunicaciones eficaz con técnicas que les permiten enfrentar situaciones como debates o entrevistas. Su labor consiste en capacitarlos para comunicar mensajes de manera clara, logrando posicionar la marca o concepto de forma efectiva ante la audiencia.
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